Lo Que Nos Toca Vivir

Columna número 3
La columna de hoy se titula “Una tarde en la ciudad”

Nuestros abuelos cuando tenían 20 años, a las 7 de la tarde estaban camino a su casa porque su padre les decía que esas no eran horas de estar en la calle; nuestros padres, a las 7 de la tarde estaban rumbo a su casa, porque si los agarraban los milicos de noche en la calle los guardaban un ratito; nosotros, los veinteañeros de hoy no podemos estar en la calle a las 7 de la tarde porque viene otro joven de hoy y nos afana, a plena luz del día y con 500 personas alrededor, como me pasó este verano (la columna acaba de transformarse en un desahogue personal, me importa un bledo si a ustedes les pasó o si siquiera les interesa lo que voy a contar), como iba diciendo, Enero, calor, sol a pleno, rambla de Pocitos, estoy sentada en el muro de espaldas a la playa, con el sol en la cara y mi abuela (a quien culpo del infortunio y no me jodan, es asi!) y la señora que la cuida escuchando el discman con el celular enganchado de la pescadora, pasa el tiempo y el sol calienta mis mejillas (sonamo´ me puse poética), al rato siento una mano que me empuja y otra que toma mi celular y mi discman, el cual rápidamente sale de mi oreja, me doy vuelta, veo un joven de unos veinte años conmi discan y mi cel en sus manos, "opa!, q paso aca?" me pregunté, salto y lo persigo por la playa (se sobreentiende que la playa de Pocitos contaba con 500 personas por metro cuadrado), al llegar a la escalera él sube y yo voy detrás, estoy cerca, él lo sabe, estoy tan cerca que tira el manotazo y ruedo escalera abajo mientras lo veo alejarse con mi discman y mi celular rumbo al Buceo...

Se, se, no os preocupeis políticos, que ya tiraremos de ese carro todos juntos en una mancomunión nunca antes vista para sacar este país adelante.